Aidan Perry, un joven de apenas 20 años, asegura que Dios le dio una segunda oportunidad. Lo dice con los ojos todavía vidriosos de la impresión y con la cruz de oro que lleva colgada al cuello, esa que se convirtió en su ángel guardián en el momento más crítico de su vida.
Según una nota de El Tiempo de Colombia, todo ocurrió en junio pasado, en un apartamento de la comunidad de The Villages, en Florida. Aidan había ido a visitar a un amigo cuando, de un momento a otro, la tragedia casi se le vino encima. Su compañero manipulaba un arma de fuego y, sin querer, el gatillo se accionó. El proyectil salió disparado directo al pecho del muchacho, a quemarropa.
En cuestión de segundos, Aidan sintió el golpe, vio la sangre y pensó que había llegado su final. “Vi la mancha roja y lo único que pensé fue: ‘Ya me morí’”, relató después. Pero lo que parecía ser el último instante de su vida se transformó en un milagro difícil de explicar.
El disparo pegó justo en la cadena de oro que él siempre lleva puesta, una cadena con una pequeña cruz. El impacto fue tan preciso que el dije se partió junto con la bala, desviando su trayectoria y evitando que atravesara su corazón o sus pulmones. El proyectil se dividió en dos pedazos y terminó alojado superficialmente en el tejido graso de su pecho. La herida, aunque dolorosa, no comprometió ningún órgano vital.
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“Es muy afortunado, porque si esa cadena no hubiera estado allí, estaríamos contando otra historia”, aseguró el cirujano Khafra García Henry, quien lo atendió en el Hospital HCA Florida Ocala. Los médicos no dudan en señalar que el accesorio fue lo único que marcó la diferencia entre la vida y la muerte.
Lo increíble del caso no solo es lo ocurrido en el hospital, sino lo que pasó después en el corazón del joven. Aidan asegura que desde ese día su fe se hizo inquebrantable. “Es un recordatorio: nunca dejes de creer. Dios es definitivamente real”, expresó con la voz entrecortada en una entrevista recogida por medios internacionales.
El muchacho reconoce que muchas veces usaba la cadena como simple adorno, pero ahora la ve como un símbolo de protección divina. “No me la quito nunca más. Esa cruz fue la que me salvó la vida”, dijo con firmeza.
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El caso ha causado revuelo en Estados Unidos y en redes sociales, donde miles de usuarios lo han catalogado como “un milagro moderno”. Para algunos es solo una casualidad, pero para Aidan y su familia es la prueba más grande de que la fe puede obrar de maneras inexplicables.
Incluso su madre, con lágrimas en los ojos, confesó que cuando vio la cruz partida en dos entendió que “Dios estaba presente en ese apartamento”. La familia ha recibido cientos de mensajes de apoyo de personas que se han sentido inspiradas por el testimonio.
El arma que casi acaba con su vida pertenecía a un amigo y las autoridades todavía investigan las circunstancias del disparo. Sin embargo, para Aidan lo importante ya no es la parte legal, sino el renacer espiritual que experimentó. “Ahora siento que tengo un propósito, que debo aprovechar esta segunda oportunidad”, declaró.
Aidan Perry volvió a su casa con una cicatriz en el pecho y con la cruz de oro que, aunque rota, se convirtió en su mayor tesoro. Dice que cada vez que la ve recuerda el día en que estuvo a un segundo de morir y en que, según él, Dios puso su mano para salvarlo.
Y es que, mientras algunos lo ven como pura chiripa, para él no hay dudas: “ese día Dios me salvó”. Desde entonces, anda convencido de que la fe no se negocia.
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Hoy, cada vez que alguien le pregunta por la cruz partida en dos, Aidan suelta una sonrisa y responde sin pensarlo: “esto no es joya, es prueba de que los milagros existen”.
*Esta nota fue redactada por la Inteligencia Artificial, con información de El Tiempo de Colombia y revisada por un editor.