Amanda Teague, una mujer de Irlanda del Norte, vivió una experiencia que parece sacada de una película: asegura haber estado “casada” durante nueve años con el fantasma de un pirata haitiano llamado Jack. La historia, que se volvió viral en redes sociales, generó asombro, polémica y reflexiones sobre los límites entre espiritualidad, el duelo y la salud mental.
Amanda relató que el vínculo comenzó tras la muerte de su hijo, un golpe que la sumió en un profundo dolor y la llevó a buscar consuelo en prácticas esotéricas, como ritos celtas, Wicca y consultas con chamanes. Según su testimonio, fue en ese contexto que conoció a Jack, un espíritu que, asegura, la cortejó espiritualmente hasta que ella aceptó formalizar la relación mediante una ceremonia simbólica en alta mar.
“Éramos esposos en espíritu. Para mí, nuestro vínculo trascendía la vida y la muerte”, dijo Amanda a medios internacionales.
Durante los primeros años, la relación parecía armoniosa, pero pronto empezaron los problemas. Amanda asegura que el fantasma comenzó a afectarla emocional y físicamente, drenando su energía y generándole agotamiento constante. Incluso afirma que Jack la amenazaba con consecuencias si intentaba separarse, lo que la llevó a buscar ayuda profesional y espiritual para cortar el vínculo.
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A finales de 2019, Amanda acudió a una especialista que realizó un ritual de “despojo” para debilitar la influencia del espíritu. Tras ese proceso, señala que las apariciones y la sensación de presencia disminuyeron, y finalmente recuperó su bienestar.
Este caso, publicado originalmente por La Nación de Argentina, no solo ha sorprendido por su singularidad, sino también por las reflexiones que genera sobre la vulnerabilidad emocional, la espiritualidad y la salud mental.
Especialistas en psicología y terapia espiritual destacan que este tipo de vínculos, aunque puedan parecer simbólicos, pueden tener efectos reales en la vida de las personas. “El duelo profundo y la búsqueda de consuelo pueden llevar a situaciones donde la frontera entre lo real y lo simbólico se difumina. Es importante reconocer señales de desgaste físico y emocional”, explica la psicóloga María López.
En redes sociales, la historia ha desatado debates entre quienes creen en lo paranormal y quienes lo ven como un caso extremo de sugestión y vulnerabilidad emocional. Para Amanda, compartir su experiencia es una forma de advertir sobre los riesgos de vincularse demasiado con entidades espirituales y resalta la importancia de priorizar la salud mental y física.
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El relato de Amanda Teague también invita a reflexionar sobre la responsabilidad de los guías espirituales y chamanes, y sobre cómo se manejan las expectativas de quienes buscan ayuda tras experiencias traumáticas. Además, muestra cómo la viralización en redes potencia historias inusuales y amplifica el interés del público por fenómenos paranormales.
Aunque la historia ocurrió en Irlanda del Norte, su repercusión internacional pone sobre la mesa un tema presente en todas partes: la búsqueda de consuelo espiritual tras pérdidas profundas y la necesidad de equilibrio entre fe, rituales y bienestar emocional.
Amanda concluye: “Quiero que mi experiencia sirva de advertencia. No hay nada más importante que cuidar tu propia salud física y mental, incluso cuando lo que creemos ver o sentir parece real”.
El caso de Amanda Teague no solo sorprende por su singularidad, sino porque abre un espacio de debate sobre cómo las personas enfrentan el duelo y buscan consuelo en lo desconocido. En la era digital, relatos como este circulan rápidamente, generan impacto y provocan discusiones entre creyentes de lo paranormal y escépticos.
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Especialistas destacan que historias como esta muestran la delgada línea entre búsqueda espiritual y afectación psicológica. La interacción con prácticas esotéricas, ritos y ceremonias puede brindar alivio temporal, pero también traer consecuencias cuando no se reconoce el límite entre lo simbólico y lo tangible. “Es fundamental acompañar cualquier proceso de duelo con atención profesional y autocuidado”, subraya la psicóloga María López.
*Esta nota fue redactada con ayuda de la Inteligencia Artificial, con información de El Tiempo de Colombia y revisada por un editor.