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De las drogas a vender pan: joven madre encontró en Dios y en la repostería su nueva vida

Dorelia Ramírez, de Desamparados, dejó las adicciones y ahora recorre el país vendiendo pancitos para sostener a sus tres hijos

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A las seis de la mañana, cuando muchos todavía se acomodan entre las cobijas, Dorelia Ramírez Berrocal ya está en la calle, con una gran bolsa cargada de pancitos recién horneados.

El aroma dulce y salado que sale de esas bolsitas parece ir de la mano con su sonrisa, una sonrisa que, hasta hace menos de dos años, estaba opacada por el peso de las drogas, el alcohol y la tristeza.

Dorelia Ramírez, vecina de San Miguel de Desamparados, dejó las adicciones gracias a un centro cristiano y ahora recorre el país vendiendo pancitos para sostener a sus tres hijos
De las drogas a vender pan: joven madre de Costa Rica encontró en Dios y en la repostería su nueva vida. (Cortesía/Cortesía)

Hoy, con 28 años, esta vecina de San Miguel de Desamparados es ejemplo de que cuando la fe se mezcla con la voluntad, las segundas oportunidades no solo son posibles, sino que huelen y saben a pan recién hecho.

Le reconocemos su gran lucha de superación justo este martes 12 de agosto que se celebra el Día Mundial de la Juventud.

Su cambio comenzó en el Taller del Maestro, un centro cristiano de restauración ubicado en Los Filtros de Alajuelita.

Ahí llegó, agotada de la vida que llevaba, pidiéndole ayuda a su hermana.

“Me reconcilié con Dios y cambió todo. Fue un proceso duro, pero Dios me dio la fuerza y sí se pudo”, recuerda.

Este centro, fundado en el 2000, recibe a personas con problemas de adicción y las acompaña durante un año en un proceso que combina atención espiritual, fortalecimiento de valores y aprendizaje de un oficio.

La panadería es uno de esos espacios de capacitación, y fue ahí donde Dorelia encontró el oficio que le daría un nuevo rumbo.

Dorelia Ramírez, vecina de San Miguel de Desamparados, dejó las adicciones gracias a un centro cristiano y ahora recorre el país vendiendo pancitos para sostener a sus tres hijos
Cuando se graduó en la iglesia fue uno de sus días más felices. (Cortesía/Cortesía)

De las 50 mujeres que iniciaron el programa junto a ella, solo dos lograron graduarse.

“Uno debe querer cambiar de verdad. Si no hay decisión, no hay avance”, afirma con firmeza.

La primera vez que salió a vender, cargó 30 pancitos y los vendió todos en Desamparados. Hoy, con más experiencia y clientes fieles, sale con 50 o 60 bolsitas que distribuye en Escazú, Santa Ana, Alajuela, Río Azul, Guadalupe, Coronado y hasta Guápiles.

Entre sus delicias hay rosquillas de queso o coco, orejitas, pañuelitos rellenos de dulce de leche, piña, guayaba o queso, además de bonetas y palitos de queso.

“Todo lo que vendo es fresco, y la gente lo sabe. Por eso me esperan”, dice orgullosa.

Pero vender en la calle no siempre es fácil. Ha tenido que enfrentar aguaceros repentinos que la empapan de pies a cabeza, y días de sol inclemente que la obligan a buscar sombra.

“Es duro, pero me anima pensar que cada pancito que vendo es un paso más hacia mis metas y el bienestar de mis hijos”.

Dorelia Ramírez, vecina de San Miguel de Desamparados, dejó las adicciones gracias a un centro cristiano y ahora recorre el país vendiendo pancitos para sostener a sus tres hijos
Vende sus pancitos hechos en el Taller del Maestro. (Cortesía/Cortesía)

Su pasado estuvo marcado por la “plata fácil” y un estilo de vida que la estaba consumiendo. Hoy, quienes la conocieron antes se sorprenden al verla irreconocible.

“Algunos lloran cuando me ven, me dicen que soy otra persona. Y es cierto, Dios hizo un milagro en mi vida”, asegura con gratitud.

Sus tres hijos (Dylan, de 12 años; Gabriel, de 6; y Liam, de 3) han sido testigos de todo el proceso.

“Ahora me ven salir a trabajar temprano, saben que todo lo hago por ellos. Antes me veían perdida, ahora me ven luchando”, confiesa.

Dorelia Ramírez, vecina de San Miguel de Desamparados, dejó las adicciones gracias a un centro cristiano y ahora recorre el país vendiendo pancitos para sostener a sus tres hijos
Desde bien temprano sale a las calles con sus pancitos y no termina hasta que se le vende el último. (Cortesía/Cortesía)

A quienes atraviesan un momento difícil, Dorelia les dice que sí se puede salir adelante.

“Hay que confiar en Dios y poner uno el granito de arena. Muchas veces uno no quiere ayuda, pero cuando uno se decide, la vida cambia”.

Aunque ha intentado vender otras cosas, como pejibayes, sus clientes siempre le piden el pan.

“Es algo que se disfruta todos los días, que se comparte en familia. Y mientras lo venda, yo voy para arriba, poco a poco, para triunfar”.

Dorelia Ramírez, vecina de San Miguel de Desamparados, dejó las adicciones gracias a un centro cristiano y ahora recorre el país vendiendo pancitos para sostener a sus tres hijos
En donde hay un taller con trabajadores, ahí llega Dorelia con sus ventas. (Cortesía/Cortesía)

Su meta es seguir creciendo, aumentar la producción y, algún día, tener su propio local.

“Dios me dio una segunda oportunidad y no la voy a desperdiciar.

“Si Él pudo levantarme de donde estaba, cualquiera puede levantarse. Solo hay que dar el primer paso y creer en Dios”.

José Pablo Quintana, del Taller del Maestro, nos explica que es una organización que tiene como misión “alcanzar a personas que sufren problemas de adicción a las drogas para que sean restauradas gracias al poder de Jesucristo, haciendo de ellos un ser sano integralmente, con el fin de que se reintegren a la sociedad como un participante útil y virtuoso”.

Fundado en el 2000, se fortalecen valores como integridad, compasión, comunicación, visión, mayordomía, fe y servicio. Usted puede llamar al: 7236-5283 o al 2252-4413.

Dorelia Ramírez, vecina de San Miguel de Desamparados, dejó las adicciones gracias a un centro cristiano y ahora recorre el país vendiendo pancitos para sostener a sus tres hijos
Sus hijos, su gran bendición, por ellos lo da todo y por ellos luchó por su cambio. (Cortesía/Cortesía)

Quien ingresa al programa, que dura un año, va cubriendo etapas y avanzando en Dios y oficios para que puedan volver a la sociedad a trabajar honestamente. Los directores son: Gerardo Pola y Ronald Núñez.

Eduardo Vega

Eduardo Vega

Periodista desde 1994. Bachiller en Análisis de Sistemas de la Universidad Federada y egresado del posgrado en Comunicación de la UCR. Periodista del Año de La Teja en el 2017. Cubrió la Copa del Mundo Sub-20 de la FIFA en el 2001 en Argentina; la Copa del Mundo Mayor de la FIFA del 2010 en Sudáfrica; Copa de Oro en el 2007.

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