Doña Patricia Savallos Ríos tiene 58 años de edad y los últimos 28 los ha dedicado a sacarle dinero a lo que la mayoría llama basura.
Durante 10 años fue buzo en el botadero de Río Azul, pero su caso no es como el de don Mondolfo Moya Garro (conocido cariñosamente como Momboñombo Moñagallo, el personaje ficticio del escritor Fernando Contreras en su libro “Única mirando al mar).
Momboñombo al sentirse desechado, se fue a tirar a la basura. Doña Patricia logró encontrar entre esa basura la plata que le ayuda a salir adelante a su familia, que le paga las facturas y le pone comida en la mesa. “Sin muchos lujos, pero sin carencias”, asegura esta vecina de San José.
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Muy amablemente, y cargada de una felicidad contagiosa, nos abrió las puertas de ese lugar que transformó en su hogar, y que está siempre lleno de bolsas de basura, pero no como las de Río Azul, que apestaban porque tenían basura de todo tipo.
Todo cambió, ahora le llegan solo las bolsas con desechos para reciclar. “Hago lo mismo, pero ya no entre la basura, basura, sino entre desechos para reciclar”, nos aclara.
Nació en La Cruz, Guanacaste, y hace unos 35 años se vino para San José en busca de una mejor vida. El único trabajo que apareció fue limpiando casas y eso lo hizo por varios años.
Un día que no le salía ninguna oportunidad en limpieza de viviendas, un vecino le dijo que revolcando bolsas de basura en el botadero de Río Azul se ganaba plata y, como se quedó sin opciones, fue a probar un día, luego dos, tres, cinco, 10, un año, y así se quedó toda una década.
Ahí estaría de no haber sido que el Relleno Sanitario de Río Azul lo cerraron, definitivamente, en el 2007.
Doña Patricia es más parecida a Única Oconitrillo, de quien en el mismo botadero de Río Azul se hizo amigo Momboñombo, porque ella muy rápido aprendió a ver lo positivo entre la basura, a disfrutar sus días mientras les escarbaba la panza a los desechos de la Gran Área Metropolitana.
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“Trabajar como buzo era complicado y al mismo tiempo vacilón. Aprendí a pasar vacilando con los otros buzos (unos 80 en total nos cuenta). Como formé comunidad con todos ellos, nunca viví discriminación, ya que todos éramos de los mismos”, nos explica.
Entre el desorden de miles y miles de bolsas de basura, ella aprendió a ser ordenada, y por eso nos aclara que ser buzo no significa no respetar el trabajo, por lo que ella era muy cumplida y puntual. “Todos los días comenzaba a trabajar a las 7 de la mañana y paraba a las 5 de la tarde. Es cierto que no teníamos jefes, pero siempre he sido cumplida y muy puntual”, asegura.
¿Es mentira que entre la basura se puede encontrar una fortuna? “No. Es totalmente cierto. A mí no me tocó, pero sí estaba el día en que uno de los buzos se encontró un paquete con 30 millones de colones. Ese señor ya falleció. Le tocó a él, dichoso. Eso siempre se comentó porque muchos fuimos testigos”, respondió.
¿Usted se encontró algo algún día? “Sí. Una vez me encontré una cartera con 60 mil colones. Me puse toda contenta. Es la única vez que me encontré algo de bastante valor”.
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¿Es muy duro trabajar entre la basura? “Cómo le explico. Sí, es duro, pero todo trabajo es duro. Para mí siempre ha sido un trabajo, por eso se vuelve algo normal que debo hacer todos los días. Uno se acostumbra.
¿Vale la pena? “Se gana lo suficiente para poder ir pagando los recibos y cubrir las necesidades. No se vive entre dinero, jamás, pero tampoco paso hambres. Es un trabajo que me ha dado durante 28 años para comer y sacar a la familia adelante”.
¿Cómo se trabaja a diario con ese olor? “Es cierto, sobre todo en Río Azul, huele muy mal, pero una se acostumbra a esos olores. Uno se acostumbra a todo en la vida, por eso se volvió un olor normal; ya ni lo sentíamos”.
¿Por qué tan puntual a las 7 de la mañana? “Porque era cuando comenzaban a llegar los camiones de basura y entonces se aprovechaba que el tractor no revolcaba esa basura y así uno lograba sacar lo bueno de cada bolsa de basura”.
¿Esperaban con especial emoción los carros de basura de alguna zona? Sí. Siempre eran muy esperados por todos, los carros de basura de Coronado, porque como que ahí siempre han tenido una muy buena cultura del reciclaje, entonces llegaba lo que se recicla ya apartadito en bolsas. Uno no revolcaba las bolsas de basura de esos camiones de Coronado, solo apartaba las del reciclaje”.
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¿Cómo se comía entre basura? “Con una botellita de agua me lavaba las manos, me hacía a un lado y sacaba el almuercito que llevaba y me lo comía frío, ahí no había cocinas, no había microondas. Se comía frío como en el campo”.
¿No es una vida muy dura la que vive entre desechos? “Aprendí a ver todo con normalidad. Buscar entre la basura lo que tiene valor es mi trabajo, lo hago con responsabilidad todos los días. No sé si es duro, pero sí sé que es mi trabajo”.
¿Qué hizo en el 2007 cuando cerraron Río Azul? “Volví a hacer lo que sabía hacer, además de revolcar basura, limpiar casas, hasta que un día un señor puso una especie de recicladora y me llamó a trabajar con él porque yo tenía la experiencia reciclando.
“Tiempo después el señor se fue de la zona y yo me quedé haciendo lo que él hacía y así asumí el negocio del reciclaje”, responde doña Patricia, quien ahora es una de las recicladoras de los programas de reciclaje de la Fundación Aliarse, una organización sin fines de lucro.
¿Veo que ahora tiene hasta gente trabajando con usted? “Sí. Gracias a Dios. Después de ser buzo 10 años, he podido, poquito a poco, ir avanzando y entendiendo que si uno puede beneficiar a otras personas, debe hacerlo”.
¿Es diferente lo que hacen? “Totalmente. En Río Azul había que revolcar todas las bolsas en busca de reciclaje. Ahora lo que hacemos es recibir bolsas ya con el reciclaje separado; nosotros ahora dividimos entre cartón, vidrio, plástico, papel, cobre y bronce.
¿Qué es lo que más deja? “El cobre, pero es lo que menos se consigue”.
¿Cómo lo están pagando? “Un kilo de bronce lo pagan a ₡2.200, el de cartón a ₡30, papel a ₡120, el kilo de blanco, el papel de color a ₡60 el kilo; el aluminio a ₡350 el kilo”.
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¿Se pensiona entre bolsas de basura? “En 28 años el tico ha cambiado mucho su cultura de reciclaje, ahora reciclan más y limpian más lo que echan en las bolsas. Se nos ha facilitado más el trabajo.
“Sí, me veo haciendo esto hasta pensionarme porque es algo que me gusta, que aprendí a encontrarle el lado positivo y que me ha dado de comer por muchísimos años. Soy agradecida”.