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Hombre fue indigente por 17 años y ahora con sus poesías nos representa fuera del país

Óscar Castro vivió entre cartones y sufrió humillaciones, pero hoy es un ejemplo de superación

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Óscar Castro es todo un ejemplo de superación. Pasó de dormir en cartones en media calle y buscar restos de comida en los basureros, a ser un invitado en el Festival de Poesía en Marruecos, África, la semana pasada.

Este poeta fue indigente por 17 años, en Paraíso de Cartago y en la zona roja de Chepe.

Como todo habitante de la calle, pasó humillaciones, se le abrieron llagas en su piel, sufrió hambre, frío, le echaron agua para “espantarlo” y se le arrancaron las uñas cuando se quitaba las medias luego de meses de andarlas puestas.

De jovencito, este cartago había tenido la oportunidad de estudiar fuera del país, en la Unión Soviética, y eso había logrado que enriqueciera su vocabulario y aprendiera diversas expresiones artísticas y culturales. Pero cuando creció un poco más, su historia cambió.

"Por circunstancias del destino y por malas decisiones, en los años noventas, a mis veintitrés años, enfrenté disparadores que me llevaron al consumo de drogas, caí en un remolino donde mi vida se deterioró hasta llegar a la indigencia. Por 17 años vagué por las calles. Viví experiencias difíciles, cercanas a la muerte, pero no me hicieron perder mi fuerza interior, sino más bien las circunstancias me permitieron darme cuenta que mi vida es muy valiosa.

"No es fácil salir de ese remolino, y fue hasta en el 2007 que, en el borde del cansancio, encontré la llave para salir de ahí, o mas bien, la llave me encontró gracias a lo que siempre he hecho, la poesía”, comentó este paraiseño.

Y es que a pesar de vivir entre cartones, este brumoso siempre llevó consigo un cuaderno y un lápiz donde escribía los poemas que se le ocurrían, todos relacionados con la indigencia y sus vivencias. El cuadernito lo escondía “en un lugar secreto”, junto con una colonia casi vacía y un champú.

El empujón que necesitaba

Como el gusanito de los versos siempre lo persiguió, Óscar se arrimaba los martes al bar Rayuela, ubicado en Cuesta de Moras, donde varios artistas hacían noches de poesía.

“Yo me quedaba en la acera escuchando y los dueños del bar se llegaron a identificar conmigo. Un día les dije que yo también hacía poesía y me escucharon. Ahí me dijeron que yo era un ‘poetazo’”, recordó.

Así fue entrando poco a poco en ese mundo, aunque de larguito, porque con siete meses de no bañarse no era una persona muy bienvenida en esos lugares.

Un día de tantos, una conocida lo invitó a participar del Festival Internacional de Poesía, celebrado en el 2007 en la plaza de la Democracia. Le dio 10 mil colones para que se fuera a bañar y llegara presentable, pero darle plata a un adicto es cosa seria, fue un día difícil con ese dinero en la bolsa y finalmente se lo gastó en otra cosa.

No obstante, esa caída no le quitó las ganas de asistir al evento y su gran debut lo hizo añejo, destartalado y sucio. Así subió al escenario y leyó dos poemas, aunque solo le tocaba uno.

Fue un momento único, que lo transportó por minutos a otra vida, a otro planeta. Fue ahí donde don Óscar comprendió que estaba en el lugar correcto y en la senda que lo llevaría a la felicidad. Ahí fue donde tomó la decisión de cambiar el rumbo de su vida.

Dolor plasmado en versos

“Los diecisiete años que viví en condición de indigencia y los más de veinticinco años de consumo de drogas fueron dolorosos y me mostraron una realidad humana que solo puede dimensionar quien la vive. Hoy, diez años después, busco diversas maneras para compartir mi experiencia a través de charlas, talleres, gestión cultural. Con mi poesía y mis libros transmito mi historia a la mayor cantidad de personas posibles.

“Por eso busco transmitir mi experiencia, hacer conciencia entre los niños y jóvenes para que no caigan en las drogas, que sepan de primera mano las consecuencias que el consumo les puede acarrear y que piensen dos veces antes de probar una sustancia que los puede llevar al fondo del abismo, a sufrir momentos dolorosos y amargos, simplemente por un rato de distracción”, comentó.

Como parte de su nueva vida, este paraiseño ha desarrollado proyectos de bien social y ha producido revistas de radio, eventos culturales. Fue gestor del primer programa municipal de prevención de drogas a nivel nacional, lo hizo en la Municipalidad de Paraíso y los poemas que escribió durante su ruda experiencia se convirtieron en el libro: “Indigente, a muchos que en silencio gritan”.

Fue invitado a la Feria Internacional del Libro de La Habana en Cuba, a la Feria Internacional del Libro de Costa Rica, a la Asamblea Legislativa, al Teatro Eugene O’Neill, entre otros.

Y como si eso fuera poco, del 11 al 17 de diciembre se fue para Marruecos como invitado al Tercer Festival Internacional de Poesía de Laâyoune, el cual convocó a poetas de diversas partes del mundo. En fin, don Óscar pasó de recorrer las calles, a recorrer el mundo.

Libro para todos

El libro “Indigente, a muchos que en silencio gritan”, fue impreso en cuatro formatos inclusivos: español en formato tradicional, la adaptación a macrotipo (letras grandes) para personas con baja visión, el audiolibro con poesías declamadas y música y el libro en lenguaje braille para personas con discapacidad visual.

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