Don Édgar Gutiérrez Hernández, de 51 años, y su pareja María Ivania Peralta de 55 años fueron las víctimas del terrible y mortal atropello ocurrido en Puntarenas, tragedia que deja a 10 hijos sumidos en una profunda tristeza y un dolor inexplicable.
Este lunes, dos de los hijos de don Édgar permanecían junto a su abuelita paterna en la Medicatura Forense, a la espera de recibir información sobre la entrega de los cuerpos.
Jesús Gutiérrez, hijo de don Édgar, relató la pesadilla que está viviendo la familia tras la muerte de ambos.
“Mi papá era una persona muy querida en la comunidad, mi madrastra también. Ellos andaban de paseo en Puntarenas; se fueron el mismo sábado en que ocurrió el accidente. Mi tío Manuel estaba allá y, cuando mi papá se dio cuenta, también se fue para estar con él”, contó Jesús.
La familia es vecina de Desamparados.
Don Édgar y don Manuel eran inseparables y trabajaban juntos en una empresa de bordados que tenía la víctima. Debido a que estos días son de mucho trabajo y entrega de pedidos, decidieron darse un descanso y compartir.
“Lo que sabemos es que mi papá y ellos se fueron a ver el partido de la Liga y Liberia. Después de eso, salieron a buscar algo de comer y fue cuando ocurrió el atropello”, explicó.
El accidente de tránsito ocurrió la noche del sábado en Fray Casiano de Chacarita, Puntarenas, específicamente en el sector conocido como El Bolí.
En una grabación captada por una cámara de seguridad, se observa cómo la pareja llega caminando hasta una carretera de doble carril, en un solo sentido, cerca de un cruce. Ambos se detienen a un lado, aparentemente esperando la oportunidad para cruzar.
En determinado momento, un vehículo se aproxima a la intersección y activa la direccional derecha para ingresar a otra calle; sin embargo, aparece un carro blanco a alta velocidad que, al intentar esquivar al primer vehículo, termina impactando a la pareja.
El impacto fue tan violento que ambos quedaron tendidos a varios metros del sitio del atropello. El vehículo también derribó un poste del tendido eléctrico, el cual se partió a la mitad.
Sospechoso en libertad
El automóvil era conducido por un oficial de Guardacostas, quien viajaba con su pareja y un bebé. Aunque trascendió que la prueba de alcoholemia habría dado positiva, las autoridades no se han referido oficialmente al tema, pese a la consulta realizada por La Teja a la Fiscalía. El conductor permanece en libertad.
“Para mi tío fue muy duro darnos la noticia; al inicio no estaba confirmado que eran ellos. Ahora todos estamos destrozados, él está demasiado afectado”, expresó un familiar.
Don Édgar era padre de ocho hijos, cuatro de ellos menores de edad y dependientes económicamente de él. Además, velaba por su madre. Él y doña Ivania tenían muchos años juntos; aunque se habían divorciado hace bastante tiempo, continuaban como pareja.
Doña Ivania vivía en una casita propia que había comprado con mucho esfuerzo y se ganaba la vida como miscelánea. Tenía dos hijos que residen en Nicaragua y que, tras enterarse de la tragedia viajaron al país.
“Estamos indignados porque nadie merece una muerte así. Nos han dicho que el conductor estaba bajo los efectos del alcohol, pero ahorita no sabemos si es verdad. No puede ser que lo dejaran en libertad; lo que ocurrió fue un homicidio”, dijo el hijo, visiblemente afectado.
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Muy trabajadora
En la comunidad de San Miguel de Desamparados, vecinos han brindado múltiples muestras de apoyo a la familia por la tragedia.
Una amiga de doña Ivania, quien se identificó como Any Jarquín, relató que ella era una mujer maravillosa que llegó hace 30 años al país.
“Ella era de Estelí y siempre trabajó muy duro por sus hijos, para ayudarlos y que no les faltara nada, también por sus nietos”, expresó.
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Este lunes, la familia se prepara para velarlos en el sector 8 de Los Guido, en el salón comunal. Aún no se confirma si los hijos de doña Ivania trasladarán su cuerpo a su país natal, aunque ella estaba naturalizada costarricense.
Don Édgar cumpliría 52 años el próximo 31 de diciembre. Con profunda nostalgia, sus hijos reconocieron que ya no podrán llamarlo, saludarlo ni abrazarlo como siempre lo hacían.





