Sucesos

Policía de Migración sobreviviente de cáncer de seno: “Es mi pecho o es mi vida”

A los 29 años le detectaron la enfermedad y pensó lo peor, pero le puso actitud positiva a la prueba y nueve años después da testimonio de vida

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Cuando a Paola Fonseca Jiménez, una oficial de la Policía de Migración, le dijeron que tenía cáncer de seno, sintió como si le hubiese caído un baldazo de agua fría y relacionó la enfermedad con la muerte.

Lo supo cuando tenía 29 años y lloró como nunca, por días vio sus sueños detenerse, pero asegura que su confianza en Dios, su actitud positiva y la medicina la sacaron de ese hoyo.

Y a los 30 años, un doctor la puso a decidir si quería que le quitaron el pecho derecho para evitar que regresara la enfermedad.

“En ese momento pensé: ‘Es mi pecho o es mi vida’, entonces me dije: ‘Creo que en ese momento prefiero mi vida’. La decisión no me costó tomarla, pero sí me costó volver a verme al espejo, porque uno se siente mutilada”, cuenta Paola.

Actualmente tiene 38 años, ya no hay cáncer y, aunque los médicos la tienen que seguir examinando, confía que esta enfermedad no volverá a su cuerpo. Ella le pide a todas las personas chequearse constantemente porque este padecimiento no conoce edad ni estatus social, asegura que en una cama de hospital todos tienen la misma lucha: ¡Sobrevivir!

Les contamos su historia por ser hoy el Día Nacional e Internacional de la Lucha Contra el Cáncer de Mama.

Manchas, dolor y masa

Paola comenzó con dolores en el pecho derecho en el 2011. El 3 de diciembre de ese año la operaron de un papiloma intraductal (similar a las verrugas) en un conducto lácteo de la mama, los médicos se lo diagnosticaron porque en dos ocasiones le salió sangre del pezón. Además porque, dependiendo del movimiento que hiciera, sentía un jalonazo desde el pecho hasta la axila que le causaba molestias.

En febrero del 2012 se sintió una pelotita en el pecho que parecía un balín y se la podía mover de un lado hacia el otro lado del seno, pero esta siempre regresaba al lado de la axila, explica que en ese momento pensó que podría ser exceso de grasa.

Pero en marzo de ese mismo año ya no se trataba de una pelotita, sino que tenía la forma de un rectángulo, además ya no se movía, asegura que en ese momento se asustó y pagó en un consultorio privado un ultrasonido, pero un doctor le decía que no era nada.

En junio del 2012 tenía programado un ultrasonido con la Caja y la doctora apenas la vio le dijo que no le gustaba para nada lo que estaba viendo (la masa que se notaba), entonces llamó a otro doctor con más experiencia, quien la siguió revisando.

“Vieras lo que me dolía, hasta las lágrimas me sacó, en un momento pensé: ‘Este señor me va a sacar el pecho por la espalda’, porque me pasaba el aparato del ultrasonido muy fuerte. Él me dijo: ‘Muchacha, sé que le está doliendo y sé que va a llorar, pero no me importa, necesito saber qué es esto, porque esto no es normal’. Luego de un rato me dijo: ‘Efectivamente, el ultrasonido no logra determinar qué es, pero no es algo que me agrada, le voy hacer un examen’”, recordó Paola.

El médico le explicó que si era algo grave la llamarían en máximo un mes, pero ese tiempo pasó y no hubo ninguna llamada.

“Estaba feliz porque nunca me llamaron. Tenía una cita el 17 de julio del 2012, pero el 3 de julio teníamos que ir hacer un trabajo en Tres Ríos, le pedí a mi jefe permiso para pasar al hospital ya que nos quedaba de camino, en ese momento me bajé y un compañero me dijo que me iba acompañar, le dije que no pasaba nada porque nunca me llamaron.

“En el resultado no entendía nada, entonces me fui a buscar al doctor en el consultorio y le pedí que me explicara, él agarró el resultado y solo movía la cabeza como diciendo ‘no, no’, puso la hoja en el escritorio y me dijo: ‘No le voy a mentir, es un 99.9% que tienes cáncer’, me dijo muchas cosas, pero yo solo veía que me hablaba, estaba bloqueada por completo, mi mente no estaba ahí, sentí un baldazo de agua fría y estaba como en el limbo”, mencionó.

Cuando ella salió del consultorio estalló en llanto y le dijo a su compañero lo que pasaba.

“Me senté en la banqueta, comencé a llorar, mi compañero me preguntaba qué era lo que pasaba y le dije ‘Me voy a morir, tengo cáncer’”, recordó la sobreviviente.

En ese momento le dijeron que fuera a la casa a recoger sus pertenencias básicas para internarla. Su novio y su familia la acompañaron en todo el proceso.

Recibió cuatro sesiones de quimioterapia conocida como la roja, por ser la más fuerte, para ese momento la masa medía ocho centímetros y además tenía unas manchas en el pulmón izquierdo, pero no sabían si eran células de cáncer.

La quimioterapia redujo la masa a cuatro centímetros y además desaparecieron las manchas del pulmón, por los buenos resultados le pusieron una sesión más de quimioterapia, que también redujo la masa a tres centímetros.

Después le dieron 12 sesiones de taxol y 25 radioterapias, durante este tiempo tuvo altibajos, pero procuraba tener actitud positiva.

Un año después de todo ese tratamiento le quitaron el pecho para evitar que el cáncer volviera a atacar y luego se lo reconstruyeron porque así lo decidió.

Ella dejó de llorar, a veces se le vienen las lágrimas, pero de agradecimiento, este miércoles la vuelven a examinar y confía que no hay ningún otro rastro de esta silenciosa enfermedad.

Alejandra Morales

Alejandra Morales

Bachillerato en Periodismo en la Universidad Internacional de las Américas y licenciada en Comunicación de Mercadeo en la UAM. Con experiencia en temas de sucesos y judiciales.

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