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Un par de tenis fue lo único que necesitó un joven asiático y residente de Curridabat para demostrar que querer es poder. A él le donaron una bicicleta debido a que trabajaba repartiendo comida caminando, pues no contaba con ningún tipo de transporte para recorrer las largas distancias.

Dobles ordenó la comida que fue preparada por el restaurante entregada al motorizado pero nunca llegó a su casa. La pesadilla inició cuando recibió un correo por parte de la empresa que le agradecida por su pedido según contó en redes sociales.