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En manos del Señor: Familias: comunidad de amor

Están llamadas a ser una comunidad de amor y de vida nacida de la entrega mutua que da origen al matrimonio.

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Un organismo funciona bien en la medida en que sus partes funcionen bien. El organismo de la sociedad experimenta mayor o menor bienestar según sus células, que son las familias, estén sanas, vigorosas y sean un espacio de crecimiento, protección y educación para la convivencia armoniosa, constructiva y solidaria.

Las familias están llamadas a ser una comunidad de amor y de vida nacida de la entrega mutua que da origen al matrimonio (ver GS 48). El papa Francisco nos ha recordado que la familia es un “santuario de la vida, el lugar donde la vida es engendrada y cuidada”, (AL 78).

Deseo compartir la enseñanza tan importante del papa Francisco, quien señala que es “importante recordar que la educación integral de los hijos es «obligación gravísima», a la vez que «derecho primario» de los padres" (Código de Derecho Canónico, c. 1136).

No es solo una carga o un peso, sino también un derecho esencial e insustituible que están llamados a defender y que nadie debería pretender quitarles. El Estado ofrece un servicio educativo de manera subsidiaria, acompañando la función indelegable de los padres, que tienen derecho a poder elegir con libertad el tipo de educación —accesible y de calidad— que quieran dar a sus hijos según sus convicciones. La escuela no sustituye a los padres, sino que los complementa.

En nuestro país hoy se hace imperativo recordar este principio, con el que comulgan personas, tanto en otros ámbitos confesionales como no confesionales. Es necesario restaurar el pacto educativo, en el que las políticas educativas no se dirijan por un rumbo ajeno y hasta contrario a los principios y valores que la inmensa mayoría de madres y padres de familia desean para la educación de sus hijos.

La Iglesia está decididamente a favor de educar en este campo. Que tenga discrepancias de fondo con algunos enfoques relacionados con lo que se suele llamar “género”, como recientemente lo hemos expresado en un comunicado los obispos, no significa, como sostienen algunas personas no bien informadas, que se oponga al acompañamiento educativo de los niños y los adolescentes en su desarrollo sexual y afectivo.

Por Monseñor Ángel Sancasimiro, Obispo de Alajuela

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