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En el techo del gym pintaron una obra de arte muy especial con el fin de incentivar a cientos de niños que llegan a jugar ahí, pero a todo el que llega le interesa más la pintura que tirarse la mejenga.


Francisco hizo el signo de la cruz en la frente de cada niño y ayudó a los hermanos mayores a hacer lo mismo con sus hermanos. También recitó el nombre de cada bebé y derramó agua bendita sobre la cabeza de cada uno.