Lo que se inició como un vuelo interno de Limón a San José, que era algo muy normal en el año 1970, terminó por convertirse en un hecho que marcó la historia del país, pues las 24 personas (20 pasajeros y cuatro tripulantes) que viajaban en esa aeronave vivieron una pesadilla al caer en manos de unos secuestradores.
Esos pasajeros terminaron pasando casi una semana en Cuba contra su voluntad y vivieron momentos de terror al escuchar cómo los secuestradores amenazaban con acabar con las vidas de varios de ellos si no se cumplían sus demandas.
Afortunadamente, ese caso tuvo un buen final, pues todos los secuestrados lograron regresar sanos y salvos a Costa Rica.
Ese sonado secuestro aéreo sigue muy vivo en la memoria de muchos, principalmente en don Luis Fernando Bruno, pues su papá Fernando Bruno (q.d.D.g) fue el piloto que llevó dicho avión a Cuba mientras uno de los secuestradores llevaba un puñal puesto en su espalda.
“El señor estaba muy nervioso y dice mi papá que en un tiro sí lo punzó un poquito en la espalda. Entonces papá le dijo: ‘Vea, usted me vuelve a punzar y yo le juro por mi madre que ese avión lo voy a tirar en el mar y ni usted va a lograr su misión, ni yo la mía; entonces, tranquilícese, ya no se puede ir a otro lado que no sea Cuba’. Mi papá también estaba muy nervioso”, explicó Bruno, quien también es un reconocido expiloto.
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Secuestro tomó a todos por sorpresa
Este caso ocurrió hace 55 años, específicamente el miércoles 21 de octubre de 1970, cuando el avión C-45 de Líneas Aéreas Costarricenses S.A. (LACSA), matrícula TI-1024, despegó a eso de las 7:30 a.m. de Limón con rumbo a San José.
Según publicaciones hechas en esa época, a los pocos minutos los pasajeros escucharon a un hombre gritar: “Esto es un secuestro" y, de inmediato, vieron como cuatro sujetos se levantaron de los asientos e invadieron la cabina en la que viajaban los pilotos.
Ese secuestro fue cometido por el autodenominado “Comando Revolucionario Centroamericano” del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Dicha operación fue dirigida por el costarricense Carlos Agüero Echeverría.
De acuerdo con una publicación hecha en aquel entonces por el periódico La Nación, los “aeropiratas” se hicieron pasar por pasajeros bajo los nombres de Rupert Wright, Carlos Rodríguez, Juan Sánchez, Winston Clark, Ricardo Jiménez, Rosa Brenes y Luisa Rodríguez. Además, aprovecharon las deficientes medidas de seguridad para ingresar armas escondidas.
Hicieron “escala” en Colombia
La aeronave, la cual era piloteada por los hermanos Alfredo y Marco Salazar Lutz, piloto y copiloto, respectivamente, tuvo que hacer “escala” en la isla de San Andrés, en Colombia, ya que, pese a la orden de los secuestradores, esta no contaba con suficiente combustible para llegar a Cuba.
Estando en territorio colombiano, el comando entregó un comunicado en el que amenazó con ejecutar a cuatro rehenes si a la medianoche de esa fecha no eran liberados cuatro guerrilleros sandinistas que estaban encerrados en la Penitenciaria Central desde diciembre de 1969.
Se trataba de los nicaragüenses Carlos Fonseca Amador, Humberto Ortega Saavedra y Roque Marín, así como el costarricense Plutarco Hernández.
Como en ese sitio escaseaba la gasolina para avión, desde Costa Rica se envió otra aeronave de Lacsa, matrícula TI-1008, con el piloto Fernando Bruno y el copiloto Rodolfo Cruz, quienes llevaban cartas de navegación y combustibles.
El problema surgió cuando los secuestradores cambiaron sus planes, pues sorpresivamente decidieron hacer un transbordo de rehenes y cambiaron de tripulación, pues liberaron a Marco Salazar y lo reemplazaron por Bruno y se dejaron a Alfredo Salazar.
Noticia muy angustiante
Pese a que han pasado 55 años desde ese incidente, don Luis Fernando Bruno, de 69 años, hijo del capitán secuestrado, aún recuerda cuando el director del centro educativo en el que estudiaba lo llamó a él y a sus hermanos de urgencia a su oficina. Para ese momento él tenía 14 años.
“Me llamaron que para que fuera a la dirección; me extrañó porque yo no había hecho nada, pero cuando vi a mis dos hermanos ahí dije: ‘Estos cabrones algo hicieron y me echaron la culpa a mí’, pero no nos dijeron nada; simplemente, nos tenían esperando.
Bruno no recuerda si fue una patrulla u otra persona la que llegó a recogerlos; en ese momento el primer pensamiento que vino a su mente es que algo malo le había pasado a su papá.
“Fue lo que pensé, que se mató papá, que se había estrellado”, agregó.
Luis Fernando y sus hermanos fueron llevados a su casa en Tibás y, estando ahí, recibieron la noticia, mientras que su mamá trataba de disimular para no asustarlos.
“Nos explicaron qué fue lo que había pasado y ahí nos soltamos a llorar. No entendíamos qué era un secuestro. Entonces, mamá nos explicó absolutamente todo y todos nos pusimos a llorar”, recordó Bruno.
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Llegada a Cuba
Mientras su familia sufría en Costa Rica, el capitán Fernando Bruno, con nervios de acero, seguía con rumbo a Cuba, pues durante todo el viaje recibió amenazas de los secuestradores para que no intentara desviarse a otro destino.
Según una publicación de La Nación en aquel entonces, el avión llegó hasta el aeropuerto de La Habana y una vez que se detuvo en la pista fue ocupado por soldados cubanos fuertemente armados, quienes llegaron para recoger a los secuestradores.
Las autoridades cubanas preguntaron a los rehenes si alguien necesitaba atención especial y, ante la respuesta negativa, ordenaron que todos bajaran del avión.
Luego de ser identificados, los 24 ocupantes de la aeronave fueron llevados en bus hasta el hotel Habana Riviera, frente al famoso malecón.
“Mi papá contaba que los mandaron a un hotel y que ahí todo era carísimo, pero ellos no pagaron nada, y que las comidas eran carísimas”, contó don Luis Fernando Bruno.
Los ocupantes del avión secuestrado permanecieron en ese hotel bajo la categoría política de “desviados”; sin embargo, prácticamente, eran prisioneros, pues eran custodiados por agentes cubanos y no podían salir del hotel.
Según las publicaciones de los medios de aquella época, los guerrilleros sandinistas fueron liberados menos de un día después del secuestro del avión; no obstante, los pasajeros y la tripulación pasaron poco más de cinco días en territorio cubano.
Finalmente, tras intensas negociaciones políticas, los rehenes regresaron a Costa Rica, al aeropuerto El Coco (como antes se conocía al aeropuerto Juan Santamaría) en un avión de LACSA, que aterrizó a eso de las 6 p.m. del martes 27 de octubre de 1970.
“Nosotros fuimos al aeropuerto a recibir a mi papá, fue muy emotivo. Yo recuerdo que la que fue para recibirlo fue mi mamá y ya después papá llegó y nos abrazó; todo el mundo estaba llorando”, recordó Bruno.
En cuanto a los cuatro guerrilleros liberados, estos habían sido llevados en un vuelo de LACSA a México, donde indicaron que su objetivo era llegar a Cuba.
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No afectó su sueño
Pese a que se trató de una experiencia terrible, don Luis Fernando confesó que el secuestro del avión de su papá no hizo que él desistiera de su sueño de convertirse en un piloto tal como su padre.
De hecho, lo logró y fue un destacado piloto, con una carrera de más de 37 años.
“La pasión siempre se trae. Papá era de los primeros pilotos de LACSA, entonces en la casa de nosotros siempre había reuniones de pilotos; toda la vida hubo pilotos y en la casa solo de aviones se hablaba.
“De hecho, yo tengo un hermano que es piloto, mi hijo es piloto, mi otro hijo ya casi termina de estudiar aviación, le faltan como 10 horas para terminar y además tengo dos primos pilotos”, dijo Bruno con mucho orgullo.
Según don Luis Fernando, esa pasión que su papá sentía también influyó para que él decidiera seguir sus pasos.
“Papá le ponía mucha emoción a la aviación, era un enamorado de la aviación, además de que era su trabajo”.





